CISTERNAS ROTAS
- surielhdez
- 13 sept
- 10 Min. de lectura

¿Alguna vez han sentido una profunda insatisfacción, un vacío que nada parece llenar, a pesar de tener muchas cosas? Vivimos en un mundo que constantemente nos promete felicidad a través de lo material, del éxito, de las experiencias... y sin embargo, las tasas de ansiedad y la sensación de vacío existencial parecen aumentar. Esto no es una coincidencia. Todos, sin importar nuestra condición, llevamos dentro una sed innata, una sed de propósito, de amor verdadero, de seguridad duradera, de significado profundo, de paz real. Es como si Dios mismo hubiera puesto esa sed en nuestro corazón, un anhelo que nos impulsa a buscar algo más.
En la tierra donde caminó Jesús, el agua no era simplemente una comodidad, era una cuestión de supervivencia. En ese contexto árido, las cisternas, esos depósitos excavados para almacenar el agua de lluvia, eran vitales. Representaban el esfuerzo humano, la previsión, la búsqueda de seguridad y sustento por medios propios. Eran una solución ingeniosa, pero fundamentalmente limitada.
Es en este contexto que Dios da un diagnóstico penetrante sobre la condición de su pueblo, y por extensión, sobre la nuestra. Lo encontramos en el libro del profeta Jeremías 2:13. Escuchen atentamente lo que dice el Señor:
"Porque dos males han hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua."
Este versículo revela dos problemas cruciales y profundamente interconectados. El primer mal es el abandono de la Fuente. Es darle la espalda a Dios mismo, la única fuente infinita, pura y constante que puede saciar verdaderamente la sed de nuestra alma. El segundo mal es la consecuencia directa del primero: al alejarnos de la Fuente, empezamos desesperadamente a construir nuestros propios sustitutos, a cavar nuestras propias cisternas. Pero el diagnóstico divino es claro: son "cisternas rotas que no retienen agua". Son esfuerzos inútiles, fuentes de satisfacción creadas por nosotros mismos que, inevitablemente, fallan.
Así que la pregunta incómoda que debemos hacernos hoy es: ¿Dónde estamos tratando de llenar nuestro vacío interior? ¿En qué estamos poniendo nuestra confianza fundamental? ¿Nuestras "cisternas" personales, aquellas cosas de las que esperamos vida y satisfacción, están realmente llenas, o descubrimos que están agrietadas y vacías?
El Doble Error y sus Manifestaciones
Profundicemos en estos dos males. Primero, abandonar la Fuente de Agua Viva. ¿Quién es esta Fuente? Es Dios mismo, el origen de toda vida y todo bien. Como dice el Salmo 36:9
"Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz."
Y esta Fuente se nos ha revelado de manera suprema en la persona de Jesucristo. Él es la manifestación encarnada del Agua Viva. Recordemos su conversación con la mujer samaritana junto al pozo. En Juan 4:13-14, Jesús le dijo:
"Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna."
Más tarde, durante una fiesta en Jerusalén, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo, como leemos en Juan 7:37-38
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva."
Jesús no solo da agua viva, Él es el Agua Viva.
Pero ¿Cómo abandonamos esta Fuente? A menudo ocurre de formas sutiles. Puede ser una indiferencia práctica, donde vivimos el día a día como si Dios no existiera o no fuera relevante para nuestras decisiones. Puede ser una negligencia relacional, descuidando la oración, la lectura de Su Palabra, la comunión con otros creyentes – esos canales esenciales por los cuales recibimos Su agua viva. Puede ser una sustitución de prioridades, permitiendo que el trabajo, la familia, los hobbies, las preocupaciones, o incluso nuestras actividades religiosas, ocupen el lugar central en nuestro corazón que solo le pertenece a Él. Jesús nos advirtió sobre esto en
Mateo 6:33
"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas."
O puede manifestarse como autosuficiencia, confiando en nuestros propios talentos, inteligencia, planes o recursos, olvidando nuestra dependencia total de Dios, contrariando el consejo de Proverbios 3:5-6
"Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas."
La consecuencia inevitable de abandonar la Fuente es la sequedad espiritual. Un vacío persistente, una falta de gozo genuino, una paz superficial que se desvanece ante la primera dificultad, una mayor vulnerabilidad al pecado y al desánimo... incluso cuando externamente todo parece marchar bien.
Esto nos lleva al segundo mal: cavar frenéticamente cisternas rotas. Cuando nos alejamos de la Fuente verdadera, instintivamente buscamos otras fuentes. Estas "cisternas" son los ídolos modernos, todas aquellas cosas en las que ponemos nuestra confianza y de las que esperamos obtener la satisfacción que solo Dios puede dar. La naturaleza de estas cisternas es engañosa; a menudo parecen muy prometedoras al principio. Ofrecen gratificación temporal, una ilusión de seguridad o felicidad.
¿Cuáles son algunas de estas cisternas comunes en nuestro siglo XXI? Muchos cavan en el materialismo y el consumismo, creyendo que la felicidad se puede comprar, que tener más cosas les hará sentirse llenos. Pero siempre hay algo más que desear, las posesiones no llenan el vacío del alma y, a menudo, generan más ansiedad. Jesús advirtió en Lucas 12:15
"...mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee."
Otros cavan la cisterna del éxito, el estatus y el reconocimiento. Buscan su valor e identidad en los logros profesionales, los títulos, la fama, la aprobación de los demás, medida hoy en día por "likes" y seguidores. Pero esta cisterna está rota porque el éxito es efímero, depende de la opinión cambiante de otros y de nuestro propio rendimiento fluctuante. El sabio autor de Eclesiastés, después de alcanzar la cima del éxito mundano, concluyó en el capítulo 2, verso 11 "Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo ello era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol." El apóstol Pablo nos recuerda en
Gálatas 1:10
"Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo."
Hay quienes cavan la cisterna de las relaciones humanas como ídolos. Esperan que su cónyuge, sus hijos, sus amigos o su pareja satisfagan todas sus necesidades emocionales y espirituales más profundas. Pero ningún ser humano es perfecto ni puede llevar esa carga. Idolatrar las relaciones conduce a la codependencia, la frustración y la inevitable decepción. El Salmo 118:8-9, nos aconseja sabiamente: "Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes."
Otra cisterna muy popular es la del hedonismo y la búsqueda del placer. Es la filosofía de vivir para la gratificación instantánea, las experiencias intensas, el entretenimiento constante o la huida a través de adicciones. Pero el placer es pasajero y a menudo deja un vacío aún mayor, pudiendo incluso destruir vidas. Como advierte 1 Juan 2:16-17
"Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre."
Y Proverbios 21:17 sentencia: "Hombre necesitado será el que ama el deleite..."
También están las cisternas de las ideologías, causas y filosofías humanistas. Es poner la fe última en sistemas políticos, movimientos sociales, filosofías seculares o gurús de autoayuda que excluyen o marginan a Dios. Estas cisternas fallan porque ofrecen soluciones parciales o erróneas a problemas que son fundamentalmente espirituales. Carecen del poder para transformar verdaderamente el corazón humano. Pablo advirtió a los Colosenses 2:8
"Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo."
Y en 1 Corintios 1:20-21, declara:
"... ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación."
Finalmente, existe la cisterna de la religiosidad externa. Es cumplir con ritos, asistir a reuniones, seguir tradiciones, pero sin una transformación interna real, sin una relación personal y viva con Cristo. Es una forma sin poder, un intento de autojustificación que no puede limpiar el pecado ni saciar la sed profunda del alma. Jesús reprendió duramente esta actitud en Mateo 23:27-28
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que, por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad."
Pablo también advirtió sobre aquellos que tendrían "apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella"
2 Timoteo 3:5
El veredicto divino sobre todas estas cisternas es claro: están "rotas que no retienen agua". Son finitas, tienen un límite. Son temporales, no duran para la eternidad. Son engañosas, prometen lo que no pueden cumplir. Y son fundamentalmente incapaces, porque no fueron diseñadas por Dios para satisfacer las necesidades más profundas del espíritu humano.
El Contraste Glorioso y la Invitación Persistente
Pero Dios, en Su misericordia, no nos deja cavando en vano. Él nos muestra el contraste glorioso: frente a las cisternas rotas, está la Fuente de Agua Viva. Y nos extiende una invitación persistente a volver a Él.
Consideremos la suficiencia absoluta de Cristo. El agua que Él ofrece no solo refresca momentáneamente, sino que quita la sed fundamental del alma para siempre Juan 4:14. Esta agua se convierte en un manantial dentro del creyente, una fuente constante de vida y refrigerio Juan 7:38-39. Jesús no ofrece simplemente mejorar nuestra existencia; Él ofrece vida abundante, una vida plena, con propósito eterno y satisfacción verdadera.
Y la invitación divina para acceder a esta Fuente es pura gracia. Es universal: "A todos los sedientos...", clama Isaías en el capítulo 55, verso 1. Nadie está excluido por su pasado, sus fracasos o su condición actual. Es gratuita: "...venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche", continúa Isaías 55:1. El Apocalipsis lo reitera en el capítulo 22, verso 17: "...Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente." No podemos ganarla ni merecerla; se recibe únicamente por fe en Cristo. Y esta invitación es urgente:
"Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano", nos exhorta Isaías 55:6. La oportunidad de volver a la Fuente es ahora.
Reconociendo Nuestras Cisternas y Volviendo a la Fuente
¿Cómo aplicamos esto a nuestra vida hoy? Primero, debemos ser conscientes del espejo de nuestra cultura. Vivimos bombardeados por mensajes que nos animan constantemente a cavar nuestras propias cisternas: "Tú puedes solo", "Sigue tus sueños a cualquier costo", "La felicidad está en la próxima compra, en el próximo logro, en la próxima relación". La cultura de la comparación, exacerbada por las redes sociales, intensifica nuestra sensación de carencia y nos empuja a buscar validación y satisfacción en estas fuentes rotas.
Debemos cuidarnos también del peligro de la autosuficiencia disfrazada. Incluso como creyentes, podemos caer fácilmente en la trampa de confiar en nuestras propias estrategias, nuestros programas, nuestros esfuerzos ministeriales, nuestra disciplina personal, en lugar de depender radicalmente de la Fuente de Agua Viva que es Cristo, a través de Su Espíritu.
Por eso, necesitamos hacer un autoexamen honesto y valiente. Pregúntate sinceramente: ¿A qué dedico la mayor parte de mis pensamientos, mi tiempo, mi energía y mi dinero? ¿Mis prioridades reflejan una búsqueda apasionada de la Fuente, o más bien un esfuerzo continuo por mantener y llenar mis propias cisternas? ¿Qué es aquello cuya pérdida me causaría más ansiedad? ¿Mi relación íntima con Dios, o alguna de mis "cisternas" preferidas, como mi trabajo, mi reputación, mis posesiones, mis relaciones, mi comodidad? ¿Estoy experimentando el fruto del Espíritu "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" Gálatas 5:22-23 que evidencia el fluir del Agua Viva en mi interior? ¿O vivo predominantemente en un estado de frustración, ansiedad, irritabilidad y sequedad espiritual?
Si descubrimos que hemos estado cavando o dependiendo de cisternas rotas, ¿Cuál es el camino de regreso? La solución no es intentar "parchar" o "reparar" esas cisternas. Son inherentemente defectuosas. El camino de regreso va más allá de la reparación; implica un arrepentimiento genuino. Esto significa reconocer nuestro error, sentir un dolor piadoso por haber buscado satisfacción en lugares equivocados, y tomar la decisión firme de dar media vuelta y regresar a Dios. Como dice Hechos 3:19
"Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio."
Y este arrepentimiento nos lleva a volver a la Fuente. Esto implica tomar pasos prácticos y deliberados para reconectar con Dios y depender de Él: Priorizar tiempo diario y significativo para la oración y la meditación en Su Palabra. Buscar activamente la comunión, el ánimo y la rendición de cuentas con otros creyentes. Confesar nuestra tendencia a la autosuficiencia y pedir humildemente una mayor dependencia del Espíritu Santo en cada área de nuestra vida. Y, fundamentalmente, obedecer lo que Dios nos muestra a través de Su Palabra, confiando en que Sus caminos son mejores que los nuestros.
Conclusión:
La Decisión que Define la Vida
Hemos contemplado hoy la elección fundamental que nos presenta el profeta Jeremías, una elección que define nuestra vida: la Fuente inagotable y vivificante de Dios, o las cisternas defectuosas y frustrantes que nosotros mismos construimos.
La promesa de Dios es irrefutable, y la experiencia humana lo confirma: las cisternas de este mundo – el dinero, el éxito, el placer, las relaciones idolatradas, las ideologías humanas, la religión vacía – siempre defraudarán la sed profunda de nuestra alma. Están rotas. No pueden retener el agua viva. Solo Jesús satisface completamente y para siempre.
Por eso, el llamado final es urgente y personal para cada uno de nosotros: ¡Deja de cavar en tierra seca! ¡Abandona los sustitutos que te han dejado vacío, sediento y frustrado! Hoy, ahora mismo, es el momento de responder a la invitación divina. Ven a Jesús, la Fuente de Agua Viva. Bebe profundamente de Su gracia, Su perdón, Su amor y Su vida. No te conformes con las migajas de las cisternas rotas cuando puedes tener acceso ilimitado y gratuito al Manantial de Vida Eterna. Como promete Jesús mismo en
Apocalipsis 21:6
"...Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida."
Dios te Bendiga!!







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