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LA FACTURA LLEGA TARDE O TEMPRANO

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Vivimos en tiempos en los que la inmediatez gobierna. Queremos resultados rápidos, gratificación instantánea y consecuencias lejanas o, mejor aún, inexistentes. Pero cuando se trata del alma, del pecado y del juicio de Dios, la realidad es otra: la factura de nuestras decisiones no siempre llega enseguida, pero llega… y con intereses acumulados. Esta es una verdad que muchos ignoran o intentan minimizar, pero Dios no ha dejado espacio a la ambigüedad. Su Palabra lo deja claro: cada decisión que tomamos tiene una repercusión, ya sea para vida o para muerte, para bendición o para condenación.

Dios no se queda callado ante el pecado. Aunque a veces parezca que guarda silencio, no lo hace por indiferencia, sino por misericordia. Él espera que el hombre reaccione, que despierte, que se vuelva a Él antes de que sea demasiado tarde. El Apóstol Pablo en Gálatas 6:7-8 lo dice con autoridad: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” La siembra es personal. Cada uno escoge su semilla: carne o Espíritu. Y la cosecha es inevitable. Tarde o temprano, se recogerá lo sembrado.

La vida en Cristo no puede tomarse a la ligera. Hay quienes caminan con un cristianismo superficial, creyendo que, porque nadie los ve pecar, están seguros. Pero la Palabra nos recuerda en Números 32:23 “Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado contra Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará.” Nada queda oculto para el Dios que escudriña los corazones y que pesa los espíritus. Podemos engañar a los hombres, aparentar espiritualidad, mostrar una máscara de santidad, pero delante de Dios todo está desnudo. Y aunque la consecuencia no se manifieste inmediatamente, llegará, porque Dios es justo, y la justicia no se retrasa… solo espera el momento exacto.

El rey David fue un hombre conforme al corazón de Dios, pero también fue humano. Su pecado con Betsabé fue grave: codició, adulteró, mintió y asesinó. Y por un tiempo, todo parecía normal. La factura no llegó al instante. David continuó su reinado, pero Dios ya había visto todo. En 2 Samuel 12, Dios envía al profeta Natán, quien le revela la gravedad de su pecado. La factura había llegado. Y aunque David se arrepintió sinceramente —y fue perdonado—, eso no anuló todas las consecuencias. Su casa fue sacudida por divisiones, muerte, traición e inmoralidad. Porque cuando el pecado echa raíces profundas, aun cuando hay perdón, muchas veces hay heridas que sanan con tiempo y con lágrimas.

Este mensaje no busca condenar, sino despertar. ¿Qué tipo de semilla estás sembrando hoy? ¿Cómo estás viviendo cuando nadie te ve? ¿Qué hay en tu mente, en tu corazón, en tu trato con otros, en tu relación con Dios? Quizá la factura aún no ha llegado, pero no vivas engañado creyendo que nunca llegará. Eclesiastés 12:14 nos recuerda: “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” Aquel pensamiento, aquel acto, aquella decisión que no entregaste a Dios, será presentado delante de Su trono.

El enemigo quiere que creas que puedes vivir como quieras y luego resolverlo a último momento. Te hace creer que Dios es tan bueno que pasará por alto tu rebelión. Pero esa es una mentira peligrosa. Sí, Dios es bueno. Sí, Dios es misericordioso. Pero también es justo, santo y recto. Romanos 2:5-6 dice: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira...” Cada día que decides no arrepentirte, estás acumulando una deuda. Y cuando la factura llegue, puede que ya no tengas cómo pagarla.

La buena noticia es que Dios no quiere que pagues tú. Él envió a su Hijo Jesucristo para pagar esa deuda en tu lugar. Colosenses 2:14 declara: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.” La factura que era nuestra, Cristo la tomó. El saldo que no podíamos cubrir, Él lo pagó con su sangre. Pero esa gracia solo se activa cuando hay verdadero arrepentimiento. No se trata de sentir remordimiento, sino de dejar atrás el pecado y correr hacia los brazos del Padre.

Hoy Dios te llama. Está usando este tiempo para hablar a tu corazón. Te está dando una advertencia con amor: la factura llega tarde o temprano, pero tú puedes entregársela a nuestro Señor Jesucristo hoy. No esperes el juicio para darte cuenta de lo que perdiste. No llegues al borde del abismo para buscar la misericordia que ahora mismo está extendida.

Si hoy oyes Su voz, no endurezcas tu corazón. Arrepiéntete mientras hay oportunidad. Cambia tu siembra. No sigas sembrando para la carne, porque la corrupción está asegurada. Comienza a sembrar para el Espíritu: con oración, con obediencia, con santidad, con fidelidad. Porque a su tiempo, segarás vida eterna.





Dios te Bendiga!!

 
 
 

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